Los shows comienzan con cierta frialdad para templarse luego de los primeros temas, e invitaciones de la cantante a ser acompañada por su público en su rutina de baile.
Madonna aparece en el escenario sentada en un gran sillón negro y saluda a la audiencia con un "Hello, Buenos Aires", lo que provoca el delirio masivo.
Los temas que dan inicio al recital fueron "The beat goes on", "Human nature" (acompañado en las pantallas con imágenes de Britney Spears, Pharrell Williams y Kane West), una versión con mucho glamour de "Vogue" e "In to the groove" que, con el aporte de un DJ en escena sirve para hacer su primer cambio de vestuario.
Luego con una hermosa y minimalista puesta teatral de "She´s not me", una canción en la que se enfrenta a ella misma en todas sus épocas, invitó al público a cantar y admirar a esas otras Madonnas a través del tiempo.
Un interludio de danza étnica en una remixada versión de "Rain" da paso a un pasaje más oscuro marcado por el pulso de "Spanish lesson", que requiere un nuevo vestuario y 12 bailarines con togas negras.
En la segunda parte del show, la más festiva para el público, Madonna llevó el recital hacia los ritmos más latinos, un segmento en el que no podía faltar la "La isla bonita", con marcado acento flamenco-rumano y "Like a virgen", un tema que el público le pide a gritos.
La reina del pop en un momento de su show dijo: "Yo quiero que ustedes se sientan felices" a lo que el público respondió con entusiasmo al corear sus hits y temas nuevos entre los que tocó 24, todos los que estaban en su tracklist acompañados por videos de toda su carrera y de su desafío en contra del tiempo como si se tratase de una Dorian Gray versión femenina.
Siempre apoyada en los bailarines, la gran puesta de luces y las imágenes proyectadas en las pantallas gigantes que funcionan como escenografía, Madonna deja en claro que puede ser una artista de gran valía como su propio mito, al realizar una rutina impecable al punto de finalizar su show, sin bises, con un perfecto game over.