Los bailarines Alicia Orlando y Claudio Barneix son los titulares de "Con Cierto Tango", show con música ciudadana subtitulado "Tres historias de amores urbanos, mitos, leyendas, fantasías y sueños", que se ofrece los sábados a las 20 en el porteño Centro Cultural Borges.
El espectáculo cuenta con música de los mayores referentes del tango, pero también de Jaime Roos, Franz Litz, Leo Sujatovich, Jorge Luis Borges, John Lennon y Paul McCartney.
"La obra consiste en tres historias de amor más bien teatrales, jugadas en medio de proyecciones de video e interacciones con el público -contó Barneix en charla con Télam-, y lo que les pasa a esos personajes se resuelve a través de la danza.
"Ubicadas temporalmente en tres historias distintas "para indicar cómo la música y el amor juntan a las personas", indicó la autora, Alicia Orlando, antes de sostener que "lo que pasa entre las dos personas que bailan un tango son sensaciones muy intensas".
La bailarina se refirió a "imágenes infantiles" en las que sus tíos y sus padres danzaban el tango de un modo en que lo esencial era el amor y no la expresión con el cuerpo.
"Mi mamá bailaba bastante bien, no así mi papá, que lo hacía como el italiano que era; lo que yo imaginaba era lo que siempre me atrajo como creadora, el hecho de que dentro de cada tango hay una película, que sólo hay que mirar para apreciarla", añadió.
Dijo también que ella y su pareja -también de vida- tuvieron el privilegio de bailar alrededor del mundo y escuchar otras músicas populares, pero "el tango es una música bien escrita, bien compuesta, con buena armonía y también viva en lo poético".
"Si uno hace una comparación (que no sé si está bien) con la salsa, que es la segunda música en interés de los públicos, el tango tiene una riqueza poética mucho más importante, y que le da una posibilidad superior y distinta a las otras músicas", apuntó.
Sobre el efecto del tango sobre comunidades extranjeras que no entienden el idioma castellano, Orlando supuso que "el punto central es la comunicación; lo de tomar a otra persona, escuchar la misma música y expresarlo, es lo que los vuelve locos" a aquellos públicos. "Es lo que rompe todas las fronteras idiomáticas", intervino Barneix.
"La danza en sí como lenguaje corporal no necesita traducción cuando está bien expresado, que ése es el trabajo del intérprete", dijo. Apuntó que esa imagen "es lo que perdura y lo que llega realmente a la gente; dentro de los shows de tango lo esencial son las cualidades técnicas o la capacidad física de los bailarines; en cambio nosotros tratamos de contar una historia y no apostar a cuántas piruetas podemos hacer".
Orlando y Barneix defendieron el hálito "tanguero-urbano" de su espectáculo, "que fue nuestra característica desde la primera época, cuando bailamos con la orquesta de Osvaldo Pugliese en el Opera, hasta los cinco años que pasamos con la Orquesta de Tango de Buenos Aires", dijo el segundo.
"Siempre buscamos contar un pequeño cuento desde lo coreográfico e interpretativo en el tiempo ése que dura la música -explicó-. En este caso, con un espectáculo 'desde nosotros', con cosas que tienen que ver con la formación de uno, que en este caso ambos venimos de la danza clásica y contemporánea.
"La pareja tiene asimismo su formación teatral en la que el canto y la danza son pilares fundamentales, "aunque esta vez y para suerte del público yo no canto", expresó risueñamente Barneix.
"A nosotros nos causaba mucha gracia porque cuando estábamos en la Orquesta de Tango los milongueros nos trataban de 'modernos', y la gente de danza contemporánea nos decían 'los tangueros'", sintetizó.
