El Pato Donald, ese particular personaje creado por Walt Disney, cumplirá este martes 75 años de existencia, en los que marcó las infancias de varias generaciones.
"The Wise Little Hen" ("La pequeña gallinita sabia", como se conoció en la Argentina) era un corto sonoro de ocho minutos que se estrenó en los Estados Unidos el 9 de junio de 1934, ya con Clarence Nash (1904-85) dándole voz al Pato, como sucedió durante medio siglo.
Estrella de una simpatía inigualable dentro de la galería de bichos antropomorfizados del creador de "Fantasía", por esas cuestiones de penetración cultural, Donald cautivó el alma de infinidad de chicos argentinos y de otros parajes.
Tanto fue el amor que el odio no se hizo esperar: Ariel Dorfman y Armand Mattelart editaron en los tempranos 70 "Para leer al Pato Donald", un ensayo acerca de cómo el personaje había empapado de estulticia y mala intención al mundo, hincando sus garras en lo más tenebroso del Imperio.
Es cierto, papá Disney había sido siempre un empresario cruel con sus propios colaboradores, anticomunista visceral y paranoico famoso, pero para los niños era el inocente Tío Walt con bigotes muy años 50, como aparecía en un retrato del cine Los Angeles.
Siempre malhumorado en su lucha contra los elementos, el Pato Donald parece la personificación dibujada del norteamericano medio, bondadoso en el fondo pero increíblemente iracundo, rústico y de mala suerte a toda prueba.
Con la blanca cola al aire, suele ataviarse con una chaqueta marinera azul con el correspondiente gorrito, mientras anda descalzo con su patas anaranjadas. Quien usa zapatos es su eterna novia Daisy.
El personaje apareció en numerosas películas como protagonista, tuvo sus apariciones estelares en castellano en revistas de la editorial mexicana SEA, a veces con sus enigmáticos tres sobrinos -¿hijos de quién?- y popularizó el fatídico 313 como matrícula de su automóvil.
En "La pequeña gallinita sabia", Donald tenía un papel secundario, pero su fama en todo el mundo fue imparable. Pasó de ser secundario del Ratón Mickey y gracias al dibujante Carl Barks -a quien Disney intentaba dejar en la sombra- adquirió su fama global.
A su alrededor funcionaba un mundo propio: además de su novia y sus sobrinos, hubo un personaje esencial, Rico McPato en la versión castellana, un proto Sr.Burns, lujuriosamente revolcado en una pila de monedas de oro y seguro referente de lo que a Donald le hubiera gustado ser.
Durante la II Guerra Mundial Donald tuvo un período de esplendor como elemento propagandístico ideal para alentar a las tropas en el frente y a sus lejanos familiares.
En 1943, protagoniza una especie de filme-pesadilla, "The Fuehrer's Face" (La cara del Führer), en el que al levantarse saluda brazo en alto a los retratos de Hitler y Mussolini y luego debe armar granadas durante dos días seguidos para la mayor grandeza de la Alemania nazi.
Antes de volverse loco hace un saludo con las plumas de la cola, pero de inmediato despierta emocionado en su lecho del "mundo libre".
También Charles Chaplin hizo propaganda con "El gran dictador" (1940). Aquella actuación le valió un Oscar y, varios años después, una estrella en el Paseo de la Fama hollywoodense.
Después de la guerra tornó a ser un estadounidense normal, en el que debe volver a soportar a sus sobrinos Huguito, Paquito y Luisito y a ser molestado por las ardillas Chip y Dale, al tiempo que se transforma en un conductor demoníaco cuando está al volante.
Con los años sus películas han dejado de aparecer en las pantallas de cine y TV, acorraladas por otras animaciones de carácter más actual como "Los Simpson" y "South Park", pero su imagen -ligada a muchas infancias- debe seguir latiendo en muchos corazones.