Cazadores de Nazis, Lista de episodios: Estreno 01/07/10 Discovery Channel
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La nueva serie "Cazadores de Nazis" reúne algunas de las más grandes historias de venganza de los últimos cien años
El jueves 1º de julio, Discovery Channel estrena CAZADORES DE NAZIS, una serie dividida en 13 episodios que cuenta la historia del extraordinario y tenaz equipo que rastreó sin descanso y consiguió atrapar a algunos de los hombres y mujeres más buscados sobre la faz de la Tierra. Todos los episodios de esta apasionante serie se transmitirán por Discovery Channel los jueves a las 23:00.
El jueves 1º de julio, Discovery Channel estrena CAZADORES DE NAZIS, una serie dividida en 13 episodios que cuenta la historia del extraordinario y tenaz equipo que rastreó sin descanso y consiguió atrapar a algunos de los hombres y mujeres más buscados sobre la faz de la Tierra. En ocasiones lo hicieron impulsados por los motivos más nobles, pero en otras, ellos mismos recurrieron a métodos que, cuando fueron revelados, horrorizaron a sus propios seguidores. Todos los episodios de esta apasionante serie se transmitirán por Discovery Channel los jueves a las 23:00.
CAZADORES DE NAZIS es un viaje al interior de un mundo secreto y perturbador, en el que la moral se extravía y las motivaciones siempre son complejas. Aquí encontraremos el relato de atrocidades terribles -cometidas por ambos bandos-, brillantes labores detectivescas, valor a toda prueba, enormes riesgos y triquiñuelas de baja estrofa. Hay engaño, acciones despiadadas y revelaciones inesperadas; conoceremos héroes, villanos, mentirosos y conspiradores… y no estamos hablando de los propios nazis, en cuyas filas se encuentran algunos de los hombres del siglo XX más odiados en todo el mundo.
La serie arranca durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados compilaron una lista de las acciones genocidas cometidas por los altos mandos nazis, misma que arrojó una serie de culpables a los que se debía capturar, interrogar y juzgar. A medida que toda Europa era liberada, los jerarcas del nazismo huían en busca de refugio, con los servicios de inteligencia ingleses y estadounidenses pisándoles los talones.
Estos agentes aliados perseguían a criminales de guerra cuyos actos eran tan atroces que no podían quedar impunes, y había muchas personas preparadas para salir en su busca y someterlos ante la ley. Los relatos de dicha búsqueda y de la lucha por equilibrar la balanza de la justicia están llenos de drama, intriga y tragedia. Desde su inicio se plantearon varias preguntas: ¿Quién debía ser perseguido? ¿Debía decretarse la pena de muerte para todos los criminales de guerra nazis? En algunos casos, se argumentó que fueron los mismos perseguidores quienes, en su celo por atraparlos, perdieron todo sentido de la decencia y la proporción. En todo caso, éstas son indudablemente algunas de las más grandes historias de venganza de los últimos cien años.
A continuación, presentamos un resumen de los episodios de CAZADORES DE NAZIS que se transmitirán en julio:
Científicos Nazis Estreno: jueves, 1º de julio, a las 23:00
Un grupo de brillantes científicos alemanes colaboró para el régimen nazi durante los años treinta y cuarenta, creando el temible misil balístico V-2. Al terminar el conflicto bélico, los Estados Unidos intentaron desesperadamente atrapar a estos genios antes de que los rusos lo hicieran, por lo que se desató una verdadera cacería por toda Alemania en 1945. Era indispensable aprovechar su sapiencia, ya que la carrera por la superioridad militar de la posguerra acalló cualquier exigencia por llevar a estos criminales ante un tribunal. Sin embargo, y para mayor desgracia, su trabajo durante la guerra escondía un oscuro secreto: cientos de trabajadores esclavizados murieron durante la construcción de las bombas V-2.
Los rastreadores de los servicios de inteligencia militar de los Estados Unidos estaban encabezados por el mayor Robert B. Staver. Su misión era identificar, capturar y evacuar a todo científico nazi de alto nivel que pudiese brindar una aportación a la maquinaria militar de los EE.UU. El principal nombre en la "lista negra" de Staver era Wernher Von Braun, el cerebro detrás de la creación del misil V-2. En junio de 1945, el mayor atrapó a su presa más codiciada. Von Braun y su equipo fueron rápidamente sacados de Alemania y reubicados en los Estados Unidos, donde contribuyeron de manera significativa al avance de los programas espaciales y balísticos estadounidenses. Entre los que llegaron a Norteamérica se encontraba Arthur Rudolph, quien, junto con el mismo Von Braun, fue pieza crucial en el desarrollo del cohete Saturno V y el misil Pershing.
En 1975, el gobierno de los EE.UU. otorgó a Von Braun la Medalla Nacional de la Ciencia, pero, poco a poco, la verdadera historia de lo que estas personas habían perpetrado en Alemania empezó a ser conocida. Se reveló que Von Braun trabajó muy de cerca con el general de las SS Hans Kammler, ingeniero responsable de la edificación de los campos de exterminio nazis, incluyendo Auschwitz. Ambos estuvieron de acuerdo en el uso de prisioneros como trabajadores-esclavos dedicados al ensamblaje de los cohetes V-2. Por su parte, Arthur Rudolph, en ese entonces ingeniero en jefe de la fábrica que producía dichas armas, localizada en Peenemünde, apoyó con entusiasmo tal medida cuando una escasez de mano de obra amenazó con retrasar su programa. Las condiciones a las que los presos trabajadores fueron sometidos eran inhumanas, al grado que se estima que murieron más personas construyendo los misiles V-2 que los fallecidos como consecuencia de su ataque directo. Las autoridades estadounidenses conocían perfectamente el involucramiento de Von Braun en estos crímenes, pero prefirieron pasarlo por alto. Von Braun murió en 1977, pero la indignación del público ante sus acciones fue creciendo cada vez más, hasta que fue imposible de ignorar.
Arthur Rudolph se retiró en 1969, después de serle concedidas las medallas al servicio excepcional y al servicio distinguido por parte de la NASA. Sin embargo, en septiembre de 1982, Rudolph recibió una carta de la recientemente establecida Oficina de Investigaciones Especiales (OSI), solicitándole una entrevista. Se le preguntó cuál era su opinión sobre el nazismo y sobre la utilización de prisioneros como trabajadores forzados. Como resultado de dicha investigación, Rudolph renunció voluntariamente a la ciudadanía de los Estados Unidos y volvió a Alemania. Allí, el gobierno germano realizó su propia pesquisa y lo exoneró, pero otras instituciones, entre ellas la World Jewish Organization, encontraron a varios testigos de las atrocidades cometidas en la fábrica de las bombas V-2. En 1989, Rudolph solicitó una visa estadounidense con el fin de asistir a la celebración del vigésimo aniversario de la llegada del hombre a la Luna, pero el Departamento de Estado se la negó. Ante esto, varias agrupaciones neonazis organizaron manifestaciones en su apoyo. Rudolph falleció en Hamburgo en 1996.
A la caza de Martin Bormann Estreno: jueves, 8 de julio, a las 23:00
Martin Bormann era vital para Hitler. No era para menos, ya que había enriquecido tanto al Führer como al Tercer Reich a través de esquemas de extorsión apenas disfrazados, tales como el "Fondo Hitleriano para el Desarrollo de la Industria Alemana". A Bormann también se debe la idea de cobrar regalías por el uso de la imagen de Hitler en los timbres postales, con lo que llenó las arcas personales del máximo jefe nazi. Se convirtió en alguien tan cercano a Hitler que éste llegó a exclamar en alguna ocasión: "¡Para ganar esta guerra, necesito a Bormann!" No obstante, el aspecto más siniestro de tan oscuro personaje es su participación en la concepción y el desarrollo de la solución final.
Se sabe que Bormann, en compañía de Stumpfegger, el doctor personal de Hitler, y Artur Axmann, jefe de las Juventudes Hitlerianas, abandonaron juntos el búnker de Berlín poco después del suicidio del dictador, ocurrido el 30 de abril de 1945. Axmann dejó a sus compañeros de huida en la estación Lehrter, y a continuación, tanto Bormann como Stumpfegger desaparecieron. Este es el inicio de una de las cacerías de nazis más largas de la historia.
Los primeros en ir tras ellos fueron los rusos, y pronto se les unieron los servicios de inteligencia ingleses y estadounidenses. Lograron atrapar a Axmann, quien les aseguró que Bormann estaba muerto. Tal testimonio fue refutado por otro cercano colaborador de Hitler, quien afirmó que Bormann se había entregado al Ejército Rojo y colaboraba activamente con la inteligencia soviética. Otros reportes aseguraban que se encontraba oculto en un monasterio italiano. Al tiempo que se desarrollaba todo lo anterior, Bormann fue juzgado en ausencia y sentenciado a la pena capital.
Sin embargo, Simon Wiesenthal, cuyo Centro mostró un particular interés en localizar a Bormann, encontró evidencias muy sólidas que indicaban no sólo a su sobrevivencia, sino a su residencia en Sudamérica. Varios testigos afirmaban haberlo visto en Brasil, e incluso se tenía la dirección de su supuesto domicilio particular.
Poco después, Wiesenthal tuvo noticias de otros avistamientos en Europa y Paraguay, pero entonces ocurrió algo impactante: en 1972, una cuadrilla de trabajadores encontró un par de esqueletos en el lugar donde se localizaba la estación Lehrter. Al examinarse las osamentas se afirmó que pertenecían a Bormann y Stumpfegger, pero, dado que el análisis de restos óseos no permite un margen concluyente de exactitud, Wiesenthal rechazó dichas conclusiones y perseveró en su búsqueda.
En 1998, el cráneo de Bormann fue sometido a un análisis de ADN y se confirmó que efectivamente era el criminal de guerra nazi; sin embargo, también se descubrió que estaba cubierto de cierto tipo de barro rojizo que sólo se encuentra en Paraguay. Asimismo, la dentadura de Bormann presentaba tratamientos adicionales, posteriores a los expedientes dentales de 1945. El lugar donde se refugió después de la guerra y la manera en la que sus restos regresaron a Alemania todavía son motivo de controversia hoy en día.
Justicia al estilo SAS Estreno: jueves, 15 de julio, a las 23:00
El equipo de investigación de crímenes de guerra del SAS (siglas en inglés del Servicio Especial Aéreo, la principal fuerza para operaciones especiales del ejército británico), encabezado por el mayor Eric Alistair Bill Barkworth, mantuvo una cacería secreta de oficiales de la Gestapo. Sus esfuerzos se centraron en capturar a los responsables de ejecutar a 31 elementos del SAS como represalia por la fallida Operación Loyton. De entrada, algunos dudaban sobre la veracidad de los asesinatos; no había ni pistas ni cadáveres. Al parecer, las víctimas simplemente se habían desvanecido en el aire.
Como oficial de inteligencia del SAS, Bill Barkworth comandaba un equipo de seis hombres, y su segundo al mando era Fred Dusty Rhodes. El primer avance surgió cuando un grupo de soldados franceses halló varios cuerpos al excavar un área cercana a Gaggenau, en la proximidad del campo de concentración de Rotenfels. Dos de ellos fueron identificados como pertenecientes a elementos del SAS. Esto confirmó la hipótesis de la masacre, y de esta forma se redoblaron los esfuerzos.
A continuación, el equipo de Barkworth se trasladó a la región de Moussey, en Alsacia, cerca del escenario de la Operación Loyton. Allí, varios pobladores los condujeron hasta una fosa común que contenía los restos mortales de 140 franceses, reunidos y asesinados por los nazis como castigo por su colaboración con las fuerzas del SAS. Entre los cadáveres se encontraron ocho oficiales ingleses más. La evidencia reunida señalaba como presuntos responsables a Hans-Dietrich Ernst y Heinrich Neuchtschwanger, comandantes de la Gestapo en el Este de Francia, quienes tenían órdenes directas del Führer de eliminar a todos los enemigos infiltrados. Otro nombre que surgió en el curso de la pesquisa fue el del siniestro doctor Rohde, quien solía ejecutar a los espías con inyecciones letales.
Identificados los culpables, ahora venía la ardua tarea de rastrear su paradero. Con una Alemania dividida en diferentes zonas controladas por cada uno de los bandos aliados victoriosos, Barkworth y sus hombres pronto se encontraron invadiendo territorio estadounidense y soviético tras la pista de sus presas. Esto provocó tal revuelo político que se les ordenó cesar de inmediato sus investigaciones. Afortunadamente para su causa, un muy alto funcionario de la Oficina de Guerra británica canalizó en secreto un importante fondo monetario que les permitió continuar su labor. Asimismo, en algún momento se les unió la agente SOE (siglas en inglés de Ejecutivo de Operaciones Especiales) Vera Atkins, quien tenía a su cargo la búsqueda de cuatro mujeres desaparecidas en la misma área. Con la ayuda de Barkworth, encontró testigos que revelaron el asesinato de todas ellas a manos del doctor Rohde en la prisión de Natzweiler. Los informantes también le aseguraron haber presenciado la muerte de varios oficiales ingleses en el mismo lugar.
Lo que siguió fue la impartición de justicia al más puro estilo SAS. Si uno de sus blancos intentaba huir ante la presencia del comando, le asestaban un tiro por la espalda y no se hacían más preguntas al respecto. Esta práctica continuó por varios años después del fin de la guerra, hasta que el incansable Barkworth logró encontrar a todos los antiguos oficiales de la Gestapo responsables de la masacre. A los que no buscaron escapar se les condujo a los tribunales, entre ellos Ernst, Neuchtschwanger y el infame doctor Rohde, quienes fueron colgados en la cárcel de Hamelin.
El asesino de Malmedy Estreno: jueves, 22 de julio, a las 23:00
Un día de enero de 1945, Joachim Peiper y su tristemente célebre escuadrón de maleantes enfundados en uniformes de las SS condujeron al 285º batallón de artillería terrestre del ejército de los Estados Unidos a un sembradío cerca de Malmedy y ejecutaron a todos sus integrantes. Asimismo, se le atribuyeron a Peiper otras masacres de soldados estadounidenses. Ante esto, un grupo de élite conformado por miembros de la SHAEF (siglas en inglés de la Fuerza Expedicionaria del Supremo Cuartel General Aliado) fue designado para cazar a Peiper. De entrada, quedaron horrorizados por la brutalidad del crimen, mismo que había provocado la indignación de la opinión pública mundial, al ser el mayor asesinato colectivo de soldados estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
La persecución llevó a los efectivos de la SHAEF a reunir todo tipo de evidencia y los sumergió en la complejísima tarea de trabajar en medio del caos provocado por el fin del conflicto. La mayoría de los responsables materiales ya se encontraba bajo custodia de las fuerzas aliadas, pero se debatía sobre el autor intelectual del crimen. Finalmente, se estableció que Peiper, conocido por sembrar el terror entre sus enemigos dentro y fuera del campo de batalla, había ordenado a sus hombres no tomar prisioneros.
Desgraciadamente, los nazis implicados fueron llevados ante la justicia de una forma muy poco aseada. Se acusó a los investigadores de torturar físicamente a los detenidos con el fin de extraerles confesiones falsas, y a pesar de que se les declaró a todos ellos culpables, fue tal el disgusto del público estadounidense ante tales "métodos" judiciales que ninguno de los criminales de guerra fue sentenciado a muerte; en lugar de ello se les encarceló.
Peiper cumplió su sentencia y fue liberado en 1956. Posteriormente trabajó en las fábricas Porsche y en una distribuidora de automóviles Volkswagen. A todo esto, Peiper guardó un gran resentimiento en contra del gobierno alemán por la forma en que fue tratado. Creía firmemente que nunca debió haber pisado la cárcel, por lo que, en represalia, fijó su residencia en Francia y se dedicó a traducir libros sobre la guerra del inglés al alemán. Incluso empezó a escribir uno sobre los hechos de Malmedy. En abril de 1976, el diario comunista francés Humanité reveló la presencia de Peiper en la nación gala, junto con su domicilio particular. Finalmente, en julio de ese mismo año, la casa del criminal de guerra se incendió -con él dentro-, casi con certeza en un fuego provocado por antiguos miembros de la Resistencia.
El comandante de Treblinka Estreno: jueves, 29 de julio, a las 23:00
Franz Stangl era el comandante de los campos de concentración nazis de Treblinka y Sobibor en Polonia. Fue responsable directo del exterminio de alrededor de 900 mil hombres, mujeres y niños. Al final de la guerra, escapó a Italia gracias a una vía organizada por autoridades del Vaticano, y posteriormente desapareció.
Por su parte, Simon Wiesenthal era un sobreviviente del Holocausto. Nacido en Ucrania en 1908, fue deportado junto con su familia en 1939 y encarcelado en un campo de trabajos forzados. En mayo de 1945 fue liberado por las tropas aliadas del campo de exterminio de Mauthausen. Con 1.80 de estatura, pesaba sólo 44 kilos. Al recobrar la salud, juró localizar y llevar ante la justicia a algunos de los monstruos que lo habían conducido a él y tantos otros inocentes al infierno.
En 1947, Wiesenthal abrió su Centro de Documentación Judía en Linz, Austria, y poco después se trasladó a Viena. Esta organización independiente recopiló innumerables documentos relacionados con el paradero de criminales de guerra nazis, pero tal esfuerzo requería una carga de trabajo descomunal y asistencia económica constante, por lo que, cuando falleció su benefactor principal -un ciudadano suizo judío-, se vió obligado a cerrar el Centro en 1954.
Mientras, en 1945, Stangl había conseguido pasar inadvertido para sus perseguidores estadounidenses, y asumiendo una identidad falsa, sólo había sido encarcelado brevemente en Austria por su participación en el programa nazi de eutanasia. Al salir de prisión, huyó a Italia, donde funcionarios del Vaticano le proporcionaron un salvoconducto a Siria mediante la utilización de un pasaporte de la Cruz Roja. En compañía de su esposa e hijos, Stangl vivió tres años en Siria, para después trasladarse a Brasil en 1951. Allí, trabajó en una planta armadora de la Volkswagen en São Paulo, sin siquiera molestarse en cambiar su nombre verdadero.
Para fines de los años cincuenta, al declinar el interés estadounidense y soviético en su cacería particular de nazis, Wiesenthal estaba de capa caída. Todo esto cambiaría con la captura del criminal de guerra Adolf Eichmann en 1960, cuando Wiesenthal afirmó haber participado en la operación proporcionando información clave. En realidad, Eichmann habría sido atrapado por el Mossad sin su ayuda, pero a los servicios secretos israelíes les convenía dejar que Wiesenthal tomara el crédito y atrajera sobre él las miradas. Como resultado de tal publicidad, los recursos económicos ya no dejaron de fluir hacia el Centro Wiesenthal, lo que le permitió reanudar su búsqueda.
Lo primero que hizo Wiesenthal con el dinero recién llegado fue rastrear a Stangl. Se contactó con un antiguo oficial de la Gestapo, quien le pidió 25 mil dólares a cambio de información sobre el comandante nazi. De mala gana, Wiesenthal acordó darle siete mil dólares, cantidad que equivalía a un centavo por cada una de las personas asesinadas en Treblinka. "Tenía tres posibilidades", escribió Wiesenthal. "Sacar a patadas a este sujeto, estrangularlo o cerrar un trato con él. Escogí la tercera opción, ya que consideré que la captura de un genocida justificaba tal pago".
Finalmente, la perseverancia de Wiesenthal tuvo sus frutos, ya que en 1967 consiguió localizar a Stangl en Brasil. Fue extraditado a la República Federal de Alemania y enjuiciado por la muerte de 900 mil personas. Stangl admitió haber cometido dichos crímenes, pero alegó que simplemente cumplía con lo que le había sido ordenado. Declarado culpable en 1970, Stangl fue sentenciado a cadena perpetua en la prisión de Düsseldorf, donde murió víctima de un ataque cardíaco en 1971.
Otros de los triunfos de alto nivel de Wiesenthal fueron la captura de Karl Silberbauer, el oficial de la Gestapo que arrestó a Ana Frank, y de Hermine Braunsteiner-Ryan, supervisora de un campo de exterminio a quien encontró viviendo tranquilamente en el barrio neoyorkino de Queens. Esta despiadada mujer ordenó personalmente la ejecución de miles de mujeres y niños en el campo de concentración de Majdanek. Finalmente, la cacería de nazis de Simon Wiesenthal terminó con su fallecimiento en 2005.
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