Japon, Heroes Latinoamericanos: Estreno 07/05/11 National Geographic Nat Geo

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Este sábado a las 21.00 hs. Nat Geo presenta un estreno especial

"JAPÓN, Héroes latinoamericanos "

una producción 100% original

"Japón, Héroes Latinoamericanos" relata la historia de Arturo, un traductor mexicano en Tokio a quien el devastador tsunami y terremoto de este año le dio la chance de unirse al grupo de rescate y jugar en él un rol fundamental a la hora de salvar vidas. Un héroe anónimo e inesperado.

Este sábado a las 21.00 hs. Nat Geo estrena el especial de una hora "Japón, Héroes Latinoamericanos", esta producción original que estrena en toda América Latina. Arturo Azuma, un joven de 20 años mexicano de ascendencia japonesa, traductor de profesión, buscaba un futuro laboral en Tokio, cuando el 11 de Marzo, un terremoto tremendo seguido por un tsunami devastó las costas japonesas.

En medio del estupor, pero agradecido de encontrarse con vida, Arturo decide ofrecerse como voluntario para ayudar en las tareas de rescate y repentinamente camino a la embajada de México, un grupo de hombres con uniforme naranja llama su atención. Era la Brigada Internacional de Rescate Tlatelolco Azteca, cuyos integrantes son más conocidos como "los Topos" por el modo en que cavan con sus manos túneles para recuperar víctimas en zonas de desastre.

Los conocimientos de japonés de Arturo son de gran ayuda y rápidamente se suma a los Topos y vive junto a ellos una sucesión de días de adrenalina y riesgo. A las bajas temperaturas y pocos víveres se suma el riesgo de la radiación. De la mano de los experimentados Topos y en el contexto aún humeante del país arrasado, Arturo no solo contribuirá con el idioma sino que terminará convirtiéndose en un "topo" más, siendo un rescatista más. Intentará escapar de la muerte, sobrevivir a la tragedia y volver sano y salvo a los brazos de su familia en México. Este sábado a las 21.00 hs. Nat Geo estrena el especial de una hora "Japón, Héroes Latinoamericanos"

Notas del Director : Jorge Yias

En el camino de Tokio a la provincia de Miyagi, pasamos a escasos 45 km. de la central nuclear de Fukuyima. En las paradas de la autopista, nada hacía pensar que muy cerca de allí, un infierno radiactivo podía hacer desparecer toda la región de la faz de la tierra y generar un desastre ambiental apocalíptico. Pensé en los ingenieros y operarios que luchaban por refrigerar los monstruosos núcleos de fuego día y noche sin descanso.

Llegados a Sendai con "los Topos", se nos unieron dos personas de distintas nacionalidades que buscaban un grupo de pertenencia para desarrollar tareas de búsqueda y rescate. Eran voluntarios que salieron del confort de sus casas para llegar a Japón a ayudar. Más tarde aparecieron dos bomberos voluntarios de la vecina ciudad de Tanabe, que no tenían permitido colaborar con el ejército, pero que también estaban listos para trabajar en equipo. Los desastres convocan al espíritu del voluntariado y la zona se va poblando de esas almas que arriesgan hasta la vida para ayudar a aquellos que perdieron todo. Los héroes existen.

Ya en nuestro destino, el pueblo pesquero de Onagawa se asignó una zona devastada por el tsunami para hacer búsqueda y rescate. Luego de recorrer el área, casi sin entender cómo ocurrió aquello, cómo desapareció un pueblo entero, me dirigí a la costa. En el puerto pude ver el mar muy calmo y el ingreso a la pequeña bahía. Por allí había entrado la destrucción. La misma fuente que alimentaba al pueblo, había causado su ruina.

Trabajando en el área de desastre, partía el corazón ver a los habitantes del pueblo revisando lo que quedaba de sus casas, recuperando objetos de valor, moviendo los escombros con rastrillos o herramientas que encontraban por ahí. Devolvimos muchas cosas pequeñas que la gente recibía con contenida alegría. La llegada de las máquinas puso fin a ese modesto rescate y a la posibilidad de recuperar algo de la historia de esas familias destrozadas.

Una familia que estaba poniendo en riesgo su seguridad, acercándose a la estructura colapsada e inestable de una casa, estaba buscando al abuelo. Les dijimos que era peligroso adentrarse en el escombro y nos pusimos a trabajar, apuntalando la estructura y vaciando de restos acumulados el lugar. Al día siguiente continuamos la tarea y la familia apareció con agua y comida para nuestro grupo. Así cada día, llegaban viajando dos horas desde el pueblo de Ishinomaki. Ésta fue la sorpresa más reconfortante de la misión.

Ha habido catástrofes incomparables a lo largo de la historia de la humanidad. En el caso de Japón, en este comienzo de primavera del 2011, se sumó todo. Comenzó con un sismo. Un terremoto de los más fuertes que se han registrado hasta la fecha. Al cataclismo le siguió un tsunami, una ola gigantesca que hizo desaparecer pueblos enteros. Y a modo de grand finale el colapso de una central nuclear, en una nación que aún lleva las cicatrices de la destrucción atómica.

Acaba el invierno nipón, la nieve deja paso a los capullos de sakura, la flor del cerezo que tantas veces hemos visto en postales. Caminando bajo la lluvia, sin pensar en la radioactividad que puedan contener las frías gotas, pienso en el futuro del archipiélago. Un pueblo que no tiene a donde ir, salvo el mar, que ya alertan las autoridades, está contaminado.